David Zúñiga, una vida de visitas

David vive en la casa que fue de su madre, en Coyoacán. Es el menor de cuatro hermanos y cuando era pequeño, su abuela y abuelo maternos, que vivían en el Centro de la Ciudad de México, solían visitarlos.
“Nos reuníamos los domingos.
Tenía diez hermanos mi madre y muchos primos.
Entonces, desde niño, siempre recibimos visitas”.
Ahora, David también recibe visitas de otros países, de otros estados y de otros lugares de la Ciudad de México. Cuenta que se fue de casa, hizo su vida, se casó, se divorció y por azares del destino regresó a la casa materna, dónde decidió registrarse en la aplicación de Airbnb.
“Los ingresos extra han ayudado mucho a mi economía personal, me ayudaron a mantener a mi madre. Necesitaba ciertos cuidados, ya estaba grande, y entonces, en vez de tener un enfermero, yo me convertí en eso; me cambié a cuidarla y dejé la habitación para los visitantes”.
A lo largo de los años ha conocido a gente muy diversa, como una Doctora en Maya, que le platicaba de esa cultura milenaria y le regaló unos libros; un amigo extranjero que lo ha llevado a conocer lugares de la ciudad a los que él mismo no habría ido por su cuenta; pintores, poetas, periodistas, directores de teatro e incontables amistades.
“El mayor regalo es la alegría de que viene la gente
y se la pasa padre y se van contentos.
Además del apoyo económico, que me ayuda
a solventar ciertos gastos de aquí del departamento
y poder seguir con este proyecto de emprendimiento en el que estoy”.
Además de recibir visitantes a través de Airbnb, trabaja en proyectos de biomasa, para generar energía a partir de residuos. David también ha sido visitante de otros estados y otros países. Cuando jugaba waterpolo con la U.N.A.M., se quedaba en la casa de alguien más en Estados Unidos o Canadá, “nunca sabías con quién, si con el portero o con el coach”. Y de todos los estados mexicanos, sólo le falta conocer Durango.
A quienes lo visitan los ve como un regalo del cielo. “Siempre me han dejado algo en el corazón, algo en el alma, desde una sonrisa, una experiencia de vida… Yo luego los ubico como si fueran mi familia, como si hubiera vivido con ellos en otras vidas y rápidamente nos conectamos. Les transmito el intercambio, les sugiero a dónde pueden ir, depende lo que estén buscando. Les digo, ve a tal lugar y dile que te mandó David”.
“Es una manera de vivir… Seguir compartiendo la vida y ese
intercambio de cosmovisión del mundo, de allá para acá y de
aquí para allá, alegrías y experiencias, sus ganas de conocer la
Ciudad de México y lo mucho que admiran la cultura. Creo que
eso también es para estar orgullosos”.