Kevino, un anfitrión muy humano

Kevin se hace llamar Kevino, es alguien que vino al mundo para viajar y ayudar a viajeros, dándoles techo en su casa e intercambiando maneras de pensar. Es de la Ciudad de México, como su madre, su abuela y su bisabuela. Kevino usa la plataforma de Airbnb desde el año 2015, primero como viajero y luego también como huésped, compartiendo la casa donde vive, en la colonia Roma.
“Ser un anfitrión con Airbnb me dio perspectiva de cómo los lugares y las experiencias pueden conectar a las personas. Lo que más recuerdo de mis viajes son las personas que conozco. Abrir las puertas de mi casa es como estar viajando. La gente que llega trae toda su historia, toda su cultura, toda su educación, todas sus ideas y tengo la oportunidad de conversar con ellos”.
En esa conversación, mientras más gente incluye, más aprende Kevino. Recibe gente de otros países, de otros estados, de otras partes de la ciudad, que viajan por motivos tan diversos como sus historias de vida.
“Es un espacio que yo pensé para todo tipo de personas, no está pensado para que sólo unos cuantos lo puedan pagar. Yo decidí poner un precio a donde todo mundo pueda llegar. Ha sido padre aprender ciertas cosas con Airbnb, involucrarme en programas para conectar gente de distintas partes, de distintos estados. El trabajo de anfitrión va más allá de ofrecer mi casa, es un trabajo personal, es un trabajo de tolerancia, un trabajo de mucha paciencia, es un servicio”.
Además de ayudar a viajeros, busca informarse como ciudadano y colaborar con su comunidad.
“El beneficio es muy grande para muchas personas cuando sabemos aprovechar la tecnología para el bienestar de todos, se abren muchas posibilidades para que muchas más personas puedan verse beneficiadas, no sólo unos cuantos. Se diversifican más los beneficios del turismo a través de actividades así. Se enriquece toda la experiencia que involucra a la Ciudad de México. No sólo en la parte económica, también en la parte de sentido de pertenencia, sentido de comunidad. Me siento más informado de lo que pasa en mi colonia, tenemos mucho más comunicación, sabemos a quién acudir en caso de presentar alguna emergencia, me he vuelto más participativo”.
Kevin recomienda a sus huéspedes que apoyen a los comerciantes locales.
“Los viajeros no sólo van a los lugares más turísticos, también compran fruta en el parque o jugos con el señor que lleva toda la vida vendiendo jugos. Van a los restaurantes de la zona, a las tienditas”.
De niño iba con su papá al mercado de la Merced, lo acompañaba a vender jamón, tiene un profundo respeto por la gente que trabaja ahí, los “diableros” que transportan las frutas y verduras en carretillas o diablitos, las vendedoras y vendedores de todo tipo de alimentos que dan vida a la ciudad. Hoy lleva con orgullo a viajeros para que conozcan el mercado y su gente. Al abrir las puertas de su casa, Kevin busca que su labor tenga un sentido humano.
“Para mí es muy importante que a lo que yo me dedico también me enriquezca personalmente. Siento que encontré un balance entre generar ingresos y la satisfacción de conectar con otros seres humanos”.