Margarita y el descubrimiento de su verdadera vocación

“Somos más las personas que tenemos buenas intenciones. En cuatro años no he tenido ni una mala experiencia. Entonces, me ha enseñado a confiar también”, considera alegremente Margarita.
Margarita descubrió Airbnb por un amigo. Durante la pandemia, había perdido su trabajo. Él se había mudado fuera y le pidió si le ayudaba a administrar su departamento en la colonia Condesa de la Ciudad de México. Debía recibir a los huéspedes y estar al pendiente de la limpieza y de cualquier otra situación que emergiera.
Al descubrir cómo funcionaba y que todo marchaba bien, le gustó. La experiencia le dio confianza y la motivó a dar el siguiente paso: ofrecer su departamento en la colonia Doctores.
Dudaba de la ubicación, pues no era tan sonada ni popular entre los turistas como la colonia Condesa, pero confió en su instinto. Hizo la prueba y en menos de dos días consiguió su primera reserva. Cuando se iba un huésped, se volvía a preguntar: “¿cómo le voy a hacer?”. Entonces aparecía otra reserva. Ella se hacía cargo de todo; limpiaba, recibía y ejecutaba el mantenimiento necesario. Su vida había cambiado y se sentía privilegiada por la oportunidad de recibir a gente en su casa. Todo era movimiento y Airbnb formaba parte de ese momento.
Entonces, le surgió la oportunidad de viajar. Era un viaje largo; cinco, seis meses. Y Margarita, que siempre había soñado con explorar, le pidió a una de sus amigas desempleadas, si podía administrar su departamento. Su amiga ejecutó perfectamente lo que ella le pidió. Al regresar, Margarita descubrió que estaba embarazada. Podía continuar gestionando las entradas pero contrató quién le ayudara con la limpieza y el mantenimiento.
Disfruta de ver la cara y dar la bienvenida a sus huéspedes. Entregar las llaves y presentarse. Recomendarles de acuerdo a sus prioridades. ¿Dónde comer? ¿Dónde comprar? ¿Qué café? A algunos huéspedes los ha acompañado a la lucha libre, y ahí les explica la diferencia entre los rudos y los técnicos, así como otros tesoros que esconde la zona; qué lavandería usar, un estacionamiento, detalles que les simplifiquen su estadía.
Sabe que un consejo, por muy chiquito, y de algo muy cotidiano para ella, puede significar, para alguien más, la mejor experiencia. Como comer mole en un restaurantito vecino, que para ella es algo normal, para un visitante puede ser una experiencia única y detonadora.
Como le gusta bailar salsa, siempre recomienda un lugar que le encanta tanto a los que vienen de afuera como al turista mexicano. “Siento que es una contribución muy natural”, sabe que aconseja lo que forma parte de sus rutinas y de su día a día. Cada vez involucra a más gente del barrio pues también siempre hay algo en el departamento por arreglar.
“La vida para mí y para mi familia ha cambiado de una manera muy positiva”. Según Margarita, ahora tiene más tiempo para crecer como persona, disfrutar de la danza, tocar tambores y… viajar. Busca nuevas oportunidades y agradece la libertad que, de tener otro negocio, no podría gozar. Todo eso, para ella, significa estar relajada, feliz y en paz. Hace unos meses comenzó a escuchar rumores de que querían regular todo lo relacionado con los alquileres a través de plataformas como Airbnb. Al principio no entendió bien de qué se trataba pues ya paga impuestos y está legalmente dada de alta.
Margarita se conectó con otros anfitriones y descubrió que hay mucha gente como ella, que renta su espacio para aumentar la renta familiar y apoyar el turismo local. Y es por ellos por los que habla y aboga. Gente que todavía tiene fe en aquellos que viajan para compartir su cultura, para descubrir y construir. Que creen en que podemos ir construyendo colectivamente. Y una restricción de operación les puede perjudicar definitivamente.
Cuando Margarita llegó a la colonia Doctores se veía uno que otro viajero. Ahora se encuentra con más. Cree que es por la riqueza cultural del barrio, su singularidad y su cercanía al centro de la ciudad. “Aquí te sientes dentro de México. Y eso quiero que refleje mi departamento. Es un espacio que se ha ido llenando gracias a las historias de la gente que va llegando”, cree.
Le gusta pensar que al final, las cosas que uno tiene, se pueden ir haciendo más bonitas, maravillosas y grandes conforme las vas compartiendo con los demás. Y su casa, asegura, es ese lugar.