Ana y la sabiduría del México-Tenochtitlan

Mujer sonriendo sentada en una trajinera en Xochimilco

Desde temprano, Ana contempla a su alrededor, cómo el sol va creciendo e ilumina las montañas. “Nunca hubiera imaginado que aprendería a remar una trajinera y que llegaría tan lejos. También estoy muy agradecida con los Xochimilcas que me han acogido y enseñado todo esto”, reflexiona.

Comenzó su experiencia desde una historia personal. Nació y creció en la Ciudad de México. Después de ocho años como gestora cultural, descubrió un proyecto en Xochimilco que la cautivó; se centraba en la recuperación del humedal, la siembra tradicional, la soberanía alimentaria y el rescate ancestral del medio ambiente. También celebró que la conectaba con gente de diversas áreas del mundo de las artes: pintores, fotógrafos, performers. Así, comenzó a trabajar en una asociación civil basada en el aprendizaje medioambiental.

Ana tenía trayectoria como anfitriona en Airbnb, así que cuando estrenaron la convocatoria para crear una experiencia, se dejó seducir. Era el momento de invitar a sus huéspedes a descubrir el Canal Nacional y cómo a través de sus aguas y embarcaciones, viajaban hortalizas y flores a distintos puntos de la ciudad. Fascinada por su descubrimiento de la tradición de la escuela de Juan Badiano, un fraile que rescató la herbolaria del conocimiento prehispánico, decidió que su experiencia también se centraría en eso. Transmitir con orgullo todo ese conocimiento ancestral.

Decidió que el recorrido comenzaría en bicicleta. Del centro a las chinampas les tomaba una hora, mientras que en coche, dos. Al llegar les introducía el códice Badiano y explicaba las bondades de la siembra. “¿Por qué no te mudas a Xochimilco?”, le recomendó un amigo, y así lo hizo. Ahora podía pasar más tiempo en talleres, cursos y voluntariados.

La pandemia puso en pausa algunos de sus planes pero le permitió disfrutar muchísimo de su nuevo hogar. No había nadie en los canales, solo ella y las aves. Llegó el momento en que pudo renovar la experiencia. Una nueva oportunidad para aprovechar con un enfoque distinto. Quería llegar a más personas, muchas de ellas mexicanas. Comenzó por sus amigos del centro. Creía indispensable que descubrieran la riqueza que los rodeaba, que no confundieran chinampa con trajinera y que arroparan la idea de que Xochimilco era cuna de la civilización. “Aquí aprendí a valorar algo que no se me enseñó de niña, y los Xochimilcas lo tienen: quieren preservar su cultura como pueblo originario; lo hacen desde la siembra, el cuidado del humedal, el clima, entender sus funciones, la producción agroecológica y la hortaliza”, explica.

De la tierra aprendió a reconocer cuándo va a llover y cómo reaccionar ante los temblores. También que cada ingrediente dice y representa algo, y que podemos fusionarnos con esos alimentos. “Incluso puedes fusionarte con el humedal” agrega Ana enternecida mientras contempla las fabulosas vistas entre el agua y el cielo. Es otra parte de la experiencia: los que están dispuestos pueden aprender a remar en los navíos tradicionales.

También comparte historias legendarias sobre los ajolotes, la importancia de contribuir a la preservación y captación del agua, tema fundamental para la sobrevivencia de la ciudad, ya que “la naturaleza nos muestra que la abundancia es posible”.

En la experiencia que ofrece, Ana elige embarcarse durante los amaneceres o atardeceres, “porque vemos cómo cambian los colores, el paisaje. Inclusive hay flores, como los girasoles, que se mueven al son de la luz. A los que somos apasionados de la fotografía, nos maravilla”. Sus ingresos como anfitriona en Airbnb le han permitido alargar su formación, le conceden tiempo que utiliza para aprender a sembrar, a escuchar y a reflexionar. Son seguridad. De haber continuado con su profesión universitaria como diseñadora gráfica, pasaría sus días sentada frente a una computadora, algo que no le gustaría.

“Me gusta muchísimo el campo y la naturaleza”, Ana se alegra de la decisión que ha tomado. En su perfil, describe con detalle sus intereses, quiere atraer a un público afín a la permacultura y a la historia de Xochimilco. Ella les comparte aspectos sociales, económicos, biológicos y hasta políticos de la zona. También su conocimiento sobre aves, la calidad del agua y la flora endémica, detalles que siempre sorprenden a todos los visitantes.

Quiere generar conciencia. Cambios. Poco a poco ha forjado un equipo, una unidad. Desde quien cocina, hasta quienes muestran sus espacios para ilustrar la cultura chinampera. Busca que la gente se una, que quiera formar parte, “somos humanos en el campo” reafirma, a quien quiera unirse ella está dispuesta a ayudarle y enseñarle.

Busca devolver lo que a ella le dieron. La sabiduría de la siembra y la cosecha. Que descubran la potencia de tener un huerto en la azotea de tu casa o en un patiecito. “La intención de estas experiencias definitivamente es que todas las partes podamos tener abundancia”. Ana entiende la importancia de disfrutar cada proceso y formar parte de una economía solidaria donde los insumos vienen de los mercados, de lo local, y hay público para todo.

Sus huéspedes salen maravillados y la recomiendan. Se impresionan al descubrir un barrio que se conserva desde el bienvivir, no de la violencia. Que quiere compartir la comida y que en el Día de Muertos, abren sus puertas para compartir las ofrendas. “Nosotros, más allá de ser anfitriones, somos amigos; nuestra intención es generar esas amistades. Aquí se va a ganar, más allá de todo el aprendizaje, se gana la amistad”, cuenta.

Esa amistad es la razón por la que regresan los clientes. También porque los concientiza sobre la basura y la contaminación del agua. Busca ser un impulso de cambio y conexión entre el mundo y los chinamperos, campesinos, cocineros, y todos los que se ven involucrados.

Hoy, gracias a esta experiencia y su trabajo como anfitriona, Ana ha logrado repercutir positivamente en la economía local y en la preservación del medio ambiente y las culturas originarias. Sus clientes se convierten en agentes de cambio. “Definitivamente puedes venir a esta experiencia a divertirte y desestresarte, como también aprender y sumarte a un proceso de resistencia porque el humedal está en su proceso de resistencia. Es digno que nos sumemos al trabajo de los Xochimilcas pero no se lo podemos dejar solo a ellos, es responsabilidad de todos. Es nuestra fuente de oxígeno y de agua, y si el humedal se extingue, también lo hará la Ciudad de México”, concluye.

Recursos para la prensa