Karla y el alojamiento temporal para pagar la educación de sus hijas

“Cuando pensamos en ya no poder tener nuestro proyecto familiar hasta se me apachurra el corazón, porque independientemente del tema económico, que es muy importante, realmente es parte de nuestro día a día”. Antes de convertirse en anfitriona en Airbnb Karla quería emprender y, desarrollar una actividad propia. Había perdido su trabajo durante la pandemia y atravesaba momentos difíciles.
Después de dieciséis años haciendo lo mismo, ahora se cuestionaba “¿para qué soy buena?” Tenía dos hijas adolescentes y creía que lo único que sabía hacer era trabajar en una oficina de nueve de la mañana a cinco de la tarde. Una amiga le habló de Airbnb y su entusiasmo la contagió. También había perdido su trabajo pero se sentía tranquila, pues ahora tenía para pagar su renta. Lo habló con sus hijas y en menos de tres meses Karla estaba lista para compartir su espacio cerca del centro de la Ciudad de México, en la zona de Reforma y el Monumento a la Revolución. A los pocos días obtuvo su primera reserva: unos youtubers de El Salvador. Todavía mantiene contacto con ellos y con muchos otros huéspedes de todo el mundo.
Pero lo que más le sorprendió fue que también recibía mucha gente de la periferia de la ciudad, que quería disfrutar del centro el fin de semana, sus exposiciones y la vasta oferta culinaria. Karla se enriquece al formar parte de tantos momentos importantes. Apoya a los que vienen a hacer un maratón o a realizarse una intervención médica.
También ha conocido a los vecinos del barrio. Consigue códigos de descuento para sus huéspedes con los negocios aledaños. Y ha logrado hacerse de una red de trabajadores que la apoyan ante los pormenores, entre ellos cerrajeros y plomeros. “Todo se fue dando muy natural, muy orgánico”, recuerda Karla. Sus hijas, ahora mayores de edad, se involucraron y la apoyaron. La dinámica familiar cambió, todas se vieron beneficiadas. Ellas aprendían nuevas responsabilidades mientras conocían gente de todo México y el mundo. Esta unión les permitió crecer con dos departamentos más y hoy cada una administraba uno. Su economía familiar volvió a ser próspera.
“Desayunamos, comemos y tenemos Airbnb”, Karla se enorgullece al recordar su día a día, “es como nuestra oficina, nuestra casa”. Es el primer ingreso de sus hijas. Les ha enseñado a valorar el trabajo, a administrarse, a ahorrar, a comprarse sus cosas y sobre todo, a pagar por su transporte y sus estudios universitarios. También a estar pendientes, reaccionar ante los problemas y a solucionarlos, porque todos los días son diferentes.
Karla ha creado un grupo de amigas que también son anfitrionas. Entre ellas se apoyan y aconsejan, cuando una no tiene disponibilidad, refiere al huésped con las demás. Son y hacen comunidad, pues si una gana, ganan todas.
Últimamente el tema que conversan es la regulación.Todas entienden que se quiera regular, “pero no de una forma tan leonina” comenta Karla, “porque es el sustento de muchas familias en México. Lo han estigmatizado, nos culpan de la gentrificación y de no pagar impuestos, los cuales sí pagamos. Pero va mucho más allá, son muchos aspectos”. Karla y sus hijas están abiertas a los cambios. Hoy pagan impuestos, están dadas de alta en el SAT, en plataformas digitales les descuentan directamente. También realizan su declaración a través de un contador y facturan.
Cree indispensable que los involucrados vean todo el panorama. “Hay muchas señoras de la tercera edad que rentan y de eso viven, otras como yo que gracias a eso le puedo dar casa, estudios y un trabajo a sus hijos”. El tema le genera incertidumbre, “¿ya le preguntaron a los huéspedes qué opinan? ¿Por qué vas a forzar a un huésped a que se hospede en un hotel si prefiere otro tipo de alojamiento como es a través de Airbnb? Creo que deben invitar a todos los participantes, escucharnos, comprender el escenario, todos los aspectos y hacer una regulación justa para todas las partes”.
Karla sabe que la transformación ha sido un motor en su vida y su proyecto familiar le fascina, “creo que eso es lo que contagiamos y por eso cada vez somos más mujeres las que emprendemos en esta ciudad, es una actividad noble en el que quiero seguir creciendo porque siempre seré anfitriona y Airbnb es mi hogar”.