Carla y Sebastián, amor por Cancún

Pareja de hombre y mujer sosteniendo manos sentados al borde de un cenote

“Éramos unos mocosos, fue el destino, no lo buscamos”, Carla recuerda cuando junto a su entonces novio, Sebastián, decidieron ser anfitriones a través de Airbnb.

Carla llegó a Cancún de la Ciudad de México. Ahí estudió en la universidad donde conoció a Sebastián. Un día, un amigo que vivía fuera y tenía una propiedad en la playa les pidió que lo ayudaran a administrarla. Buscaba gente de confianza y ellos, que aún no sabían nada del sector, se animaron a emprender esta aventura.

Lo primero fue darse de alta en Airbnb. Poco a poco fueron adentrándose en un nuevo mundo que no conocían. “¡Entró una reserva! ¡Hoy llegará un visitante! ¡Hay que tender camas! ¡Oh, no! ¡Falta papel de baño!”. Sebastián y Carla recuerdan cómo se volvieron todólogos. Ese aprendizaje les permitió crecer juntos como socios y como pareja.

Entonces sucedió “como un efecto dominó”, recuerda Carla. “Lo hacíamos bien y alguien nos recomendó con alguien más y ese otro con alguien más.” Arrancó como un hobby y se transformó en un emprendimiento mucho más formal. Los huéspedes aplaudían sus recomendaciones de la zona, poder conocer algo más que lo turístico, un Cancún más local.

Cuando regresaban los visitantes, se alegraban. Notaban que uno de sus principales atractivos era que sus espacios mantenían la esencia de un “hogar”. Procuraban que todo tuviera personalidad propia y la estética de la zona.

Tuvieron dos hijas. El equipo también creció. Ahora tenían gente que les ayudaba con la limpieza, la administración y el mantenimiento Dividir labores les permitió comenzar a viajar en familia. 

Querían descubrir, aprender de los demás y ‘cambiar el chip’. Entender cómo funciona el turismo de manera tradicional, para poder así ofrecer una experiencia diferente.  Cambiar su filosofía: recibir visitantes y despedir amigos.

Entienden que haya gente que busca un resort, y lo aplauden, pero también saben que están los que buscan una experiencia local con espacios más funcionales. Así decidieron concentrarse en familias y grupos. Gente que, como ellos, como papás, se sienten limitados en un cuarto de hotel.

“Híjole, ya se durmieron las niñas, ¿y ahora? Dónde voy a comer, dónde me siento o dónde podemos seguir platicando.” Sebastián lo tiene claro, “se trata de sumar, no restar”. Ofrecer espacios que permitan una convivencia diferente y a la medida de cada quién. Las familias y grupos de amigos que reciben, salen encantados con la variedad de sus espacios; mientras unos descansan en las habitaciones, otros desayunan en la cocina y unos más disfrutan de una siesta en la sala o leen en el patio.

“Airbnb se ha convertido en una importante fuente de ingresos para nuestra familia y nuestro equipo de apoyo, con beneficios importantes para la zona que nos rodea. No se trata nada más de que vengan y se alojen, sino de que vivan y consuman en los alrededores: el restaurante, la farmacia, la tiendita, el transporte.”

Los visitantes llegan de todas partes de México y del mundo. Su objetivo es descubrir la magia de Cancúny sus alrededores; cenotes privados, Isla Mujeres y otras playas cercanas. Carla y Sebastián saben que son afortunados, por las playas hermosas y únicas. Pero los días de lluvia, los visitantesles escriben. Entonces les recomiendan un boliche o un barcito donde tocan jazz los jueves. En la zona siempre hay algo para disfrutar.

También han hecho una guía impresa con los mejores tacos de guisado y fonditas, porque “los restaurantes que ofrecen comida mexicana en las zonas más concurridas no tienen ese sazón especial”. Cuando alguien opina “estuvo espectacular”, les da mucho gusto.

A través de las reseñas saben que lo han hecho bien y eso les impulsa a mejorar. Quieren ser anfitriones responsables, distintivos y propositivos. Constantemente escuchan sobre las regulaciones y cómo se planean integrar. Esperan “que las regulaciones se vayan haciendo acordes a las necesidades de las personas, tanto visitantes como anfitriones”. Saben que Cancún, por su gran afluencia, requiere de control, pero debe hacerse de manera correcta, con claridad y legalidad.

“Aprovechemos el momento, que sean regulaciones que reconozcan nuestra actividad en su justa medida”, opina Sebastián firmemente, “porque a veces regulan de forma muy compleja y negativa”.

Carla lo escucha con atención y opina: “deben integrarnos de una manera más justa, con reglas claras y equitativas, que reconozcan nuestra aportación a la economía local, porque la industria ha cobrado más relevancia. Que quienes regulan entiendan las raíces de nuestra actividad. Como anfitriones, esto nos impulsa a mejorar pues creo que lo que hacemos, si lo ponemos en una balanza, beneficia más de lo que perjudica. Lo que no queremos es que al final frenen una inercia en la industria que es muy positiva para todos los anfitriones y proveedores que nos rodean. Eso sí nos podría perjudicar a todos”.

Cuando comenzaron, todo lo que ganaban lo ahorraban, luego reinvertían. Ahora, casi diez años después, Carla y Sebastián pueden cosechar los frutos de tanto esfuerzo. Emprender les ha permitido vivir mejor, viajar, capitalizarse, formar una familia. “Nos ha ayudado a descifrar el rompecabezas de nuestras vidas”. Les ilusiona imaginar que algún día sus hijas continuarán con este proyecto, que será un legado. Que los cambios por venir marquen una promesa de crecimiento y mejora.