La finca de Madelyn y Jesús: un oasis cafetero

Mensajes Clave

  • Madelyn y Jesús comparten su experiencia como Anfitriones y cuentan la historia de cómo han abierto las puertas de su finca cafetera a viajeros de todo el mundo.
Hombre y mujer, anfitriones de la plataforma, se miran y sonríen. Al fondo un cafetal

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  • Madelyn y Jesús comparten su experiencia como Anfitriones y cuentan la historia de cómo han abierto las puertas de su finca cafetera a viajeros de todo el mundo.

Madelyn Heredia prácticamente nació debajo de un árbol de café. Desde pequeñita su madre la llevaba a recoger semillas porque no tenía quién la cuidara. Creció observando las hojas y oliendo los granos. A los doce años se propuso un objetivo: trabajar para que algún día pudiese comprar la finca cafetalera de su tío, donde había crecido. A los diecinueve, dejó el barrio Tetuán, un barrio de Utuado, y se fue a vivir a San Juan. Por una amiga en común, conoció a Jesús Alcaraz, su compañero desde que salieron por primera vez. “Desde entonces nunca nos separamos o peleamos”, contaron.

Un día, de visita por Tetuán, Jesús le propuso “Oye, ¿por qué no compramos un pedacito de finca por acá para vivir?”. Jesús quería hacerla feliz, sabía de su amor por la tierra y los cafetales. Al poco tiempo, por casualidad, su madre comentó que el tío de Madelyn estaba vendiendo su finca. Y aunque tenían poco dinero, Madelyn y Jesús lo buscaron. 

El padre de Madelyn trabajaba en la finca y a su lado, ella fungía como agricultora y caficultora. También se vinculó con las otras familias del barrio y junto a varias mujeres formó parte de una Asociación de Mujeres Agroempresarias en Puerto Rico. El 2017 les recibió con la mejor producción que habían visto desde que adquirieron la finca: café, papaya, guanábana y otros frutos menores. Entonces el huracán María impactó a la isla y se lo llevó todo. La finca quedó sin nada.

Pasaron dos meses para que pudieran volver. El barrio entero estaba desencantado. Una mañana, Madelyn y Jesús caminaron por la zona, solo veían terreno devastado. Donde hubo bosque ahora era calvero. Por la falta de árboles llegaron a una altura donde la vista era preciosa; podían contemplar un horizonte costero y deslumbrarse con el azul profundo del mar. Ahí encontraron una estructura que nunca habían visto, con paredes y pozo séptico.

Pese a la destrucción, no podían ignorar que lo que veían “era demasiado lindo”. Al día siguiente se levantaron y dijeron “bueno, vamos a trabajar”. Debían reponerse y pensar en una nueva alternativa de negocio para la finca ya que por la escasez de semillas de café faltaría mucho para poder volver a sembrar. Decidieron que reconstruir la casa sería una buena oportunidad y buscando información en Internet conocieron Airbnb. 

Debían aprovechar los muros que tenían. Diseñaron todo pensando en lo que los rodeaba, algo sencillo, inspirado en la belleza natural. Madelyn, por ser “más meticulosa”, se encargó de los detalles. Que todo estuviera bonito, limpio, que oliera bien para que la gente se sintiera en casa. Jesús, “el más tecnológico”, sería el encargado de las descripciones, las fotos, enviar mensajes y recibir a los clientes. “A mí me encanta hablar y enseñar a los demás lo que hago”, comenta Madelyn sobre las distintas personas de todo el mundo que ahora visitan su finca, “han venido desde México hasta Afganistán”. Estar en Airbnb les permitió recuperar lo que el huracán les había arrebatado.

A finales de 2019 pudo volver a sembrar. Gracias a los ingresos de Airbnb han vuelto a invertir en plantar café, cacao, algunos frutos menores y en comprar los abonos necesarios. “Recoger semillas no es fácil”, asegura Madelyn. También contó que cuando sus huéspedes “toman una tacita de café en la finca después de entender el proceso de recolectar la semilla, de moler, de tostar… de tanto trabajo que hay detrás, se la toman con más gusto”.

Todos en el barrio fueron testigos de la diferencia que Airbnb les generó y poco a poco se han mostrado interesados en formar parte. Tienen claro que cuando trabajan en grupo lo hacen mejor y se han organizado para arreglar carreteras y tubos rotos. Ahora quieren que el barrio florezca y que Tetuán también esté en el mapa de los viajeros.

“Para mí es mi héroe”, afirma Madelyn sobre trabajar y compartir su vida junto a Jesús. Ambos están contentos y se sienten afortunados de poder hacerse un futuro mejor gracias a Airbnb. También de abrirle los ojos a los vecinos para que mejoren la comunidad y no tengan miedo a construir una casita, alquilarla y llevar nueva economía al barrio. Ahora planean hacer dos casitas más en la finca pero que estén dentro del cafetal. Quieren potencializar el agroturismo, que la gente vea la colecta del grano, que ayuden y descubran los aromas, que formen parte del esfuerzo de crear un auténtico café puertorriqueño.